lunes, abril 04, 2011

Diseño: Oficio o producto


Por: Jorge Montaña / Red Latinoamericana de Diseño

Un articulo sobre el diseño como oficio y su dificultad para que este tenga valor para el cliente. Lo que el diseñador hace excelente para otros, usualmente no lo consigue para si mismo. El diseñador José Argotty, hace parte de Bambarabanda un grupo musical. Si bien el no toca ni el timbre, se ha dedicado con suceso a hacer la gestión de imagen y dirección de arte. Interpretando fielmente la identidad de un grupo, que se caracteriza por una interesante fusión de rock con su música autóctona, regional y andina, tiene un sonido realmente novedoso que la ha proyectado a un prometedor lugar en el escenario nacional haciendo de lo que era un pasatiempo, empiece a ser además, un buen negocio.

Es claro que la banda es buenísima, pues no hay diseño que levante un grupo malo, también se entiende que José como buen diseñador que es, logra entender y transmitir esta identidad a partir del factor local que la hace tan rica de escuchar y que es fuente para alegres y coloridos conceptos de diseño. José diseña la capa de los CDs, los afiches promocionales, y portafolios, hace una efectiva promoción por redes sociales, en colectivo desarrolla el concepto y si se ha vinculado en el proceso de vestuario e incluso detrás de bambalinas ha aprendido a ser VJ o videojockey. A pesar de que es miembro del colectivo, ha interpretado a la banda como cliente, sabe que su producto son discos, conciertos, productos promocionales y eventos. José maneja desde el diseño la imagen. Hablaba con el y en su desempeño profesional no sucede exactamente lo mismo, como casi todos los profesionales jóvenes y no tanto, buscan oportunidades profesionales en el campo que se presente y por ello no logran que el mercado los reconozca.

José presenta un portafolio, en donde muestra sus trabajos, varios de ellos muy buenos y una hoja de vida con buenas recomendaciones y algunos premios; pero a diferencia de su banda él no proyecta algo que lo haga deseable para el mercado, la razón es sencilla la banda es un producto, el no. Un producto corresponde a una necesidad en el caso diversión y entretenimiento, tiene unas características específicas que generan reconocimiento e identificación. El como “gestor de diseño” o “director de arte” de un excelente producto logra magistralmente aprovechar la identidad “glocal” de la banda como fuente de inspiración para el manejo de su imagen, pero en su caso personal él es un representante más de un oficio: El diseño. Si, un oficio como lo es del artesano, el ebanista, el zapatero… pero no se ofendan también el arquitecto, el músico y el dentista. Su función cuando diseña productos es eminentemente operativa, el tiene que hacer lo que el cliente necesita. Para el caso de su banda interpretar en imágenes lo que ellos expresan en música.

Para poner un símil, un diseñador es como el sastre. Un individuo que interpreta gusto y necesidad del cliente para trabajar a la medida, nada más que eso. Algunos, muy pocos diseñadores se vuelven producto. Lo vimos hace un par de años en Bogotá con la conferencia del “Dioseñador” Karim Rashid que en un entorno opulento de alto status como Europa, vende su imagen como un valor agregado a los productos que otros hacen complementando esto con un eximio manejo de su imagen personal, como José con Bambarabanda. Pero nada más lejano a la realidad local que pensar en volvernos producto, aquí no valoramos creadores sino queremos resultados.

Tal vez, algunos pocos que como el sastre cuando pone una tienda y empiezan a vender cosas, se vuelven empresarios pero también como el sastre que deja las tijeras y el dedal para manejar un negocio ellos dejan su oficio para evolucionar en otro.

Pero a varios sastres les va muy bien. Yo compro un vestido a cada cinco años, pero hace 25 años al mismo sastre. El hombre trabaja bien, trae telas buenas y exclusivas, su primer pantalón aun lo conservo en perfecto estado, además me atiende bien en un ambiente intimo, de muy buen diseño y tiene pasión es el arte de modo que siempre en su tienda veo nuevas adquisiciones que comparte con orgullo con sus clientes antes de llevar a su casa.

Es un hombre culto, competente en su oficio, siempre tiene novedades y es un peligro visitarlo pues es un gran vendedor de modo que si te descuidas vas por un pantalón y acabas encargando dos camisas y un saco. Mi sastre no vende tenis, no atiende el mercado femenino, en su local no se consiguen productos macrobioticos y tampoco vende el arte que le gusta tanto. Y a pesar de tener un local comercial bien vistoso el tiene claro que es un sastre y yo sé que cuando necesito ropa buena lo tengo que visitar a él.

Mi amigo José diseña productos y muebles, trabaja con artesanos y comunidades, hace consultorías, ha sido profesor y es diseñador de imagen, web manager y VJ o videojockey en la banda. Ha descubierto que también tiene competencia en la gestión cultural como ya la tiene para diseñar, y como en eso le va bien es probable que encuentre nuevos caminos. La experiencia hace que vayamos encontrando nuestras fortalezas y competencias hasta que tengamos clientes fieles como los tiene mi sastre, pero solo si tenemos la claridad que el tiene. Poco a poco empezamos a dejar de ser “toderos” y camaleones, el mercado empieza a tener una imagen que inicialmente era difusa, contradictoria y poco deseable para ser adquirida.

Infelizmente pocos tienen la paciencia y persistencia para lograrlo y una formación basada en un ego patético para quien desde afuera nos ve como representantes de un oficio, hace que gente muy buena desista de la profesión, que el país no entienda para que sirve y que no podamos cumplir con la promesa que ofrecemos a la sociedad. Tal vez la peluquera del barrio nos pueda dar algunas buenas enseñanzas.


Agradezco a José Argotty y Jorge del Castillo, por compartir conmigo conversaciones que me llevaron a escribir este artículo, José por su inspiradora experiencia y a Jorge por definir cabalmente al diseño como oficio.

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